Cuadro 1

S e   a r m ó

 
 

A los pocos días el lingüista Joaquín Gorrochategui cambió de opinión y llegó finalmente a considerar falsas las inscripciones, lo que luego materializó en su informe de 25-06-2008. Ni siquiera se planteó, como su colega Henrike Knörr, un posible error de datación. No, Joaquín Gorrochategui las consideró tajantemente falsas.

Se basaba, no en pruebas que hubiese hallado, sino en opiniones y teorías, algunas no muy bien meditadas. Afirmaba que hay "numerosos y sólidos argumentos lingüísticos en contra de la antigüedad de las piezas. ... Presencia del artículo determinado -a. Está ampliamente atestiguado en palabras que no presentan duda: naia, mona ...". Sin entrar en si el sufijo -a es o no artículo, no hay en su afirmación nada "sólido" ni "atestiguado": NAIA y MONA bien pueden ser las actuales ANAIA y AMONA, con su -A orgánica, ni sufijo ni artículo.

Eliseo Gil, por su parte, no solo ha defendido la autenticidad en base al método arqueológico que habían utilizado, sino que incluso su trabajo ha sido respaldado por Edward C. Harris, arqueólogo y creador de la "Matriz Harris", método que usan en la actualidad los arqueólogos en todo el mundo.

Estaban, pues, las pruebas físicas (las propias piezas), que, como siempre ha propuesto Eliseo Gil, se debían analizar en laboratorios de prestigio internacional para dirimir de una vez por todas de qué época son las inscripciones.

Estaba también el yacimiento, donde, tal y como desde el principio ha pedido Eliseo Gil, se debían hacer excavaciones controladas por arqueólogos de prestigio internacional, para ver si aparecían ante ellos más grafitos.

Contra facta  

Sin embargo, sin haberse hecho ningún análisis científico serio ni excavación controlada alguna, Joaquín Gorrochategui pronto valoró como falsas las inscripciones basándose en teorías lingüísticas. Nadie es infalible; sus deducciones y sus teorías son eso, teorías, y pueden contener alguna desviación, fruto de algún dato aún no conocido o de algún pequeño error de cálculo, porque:

1.- Nunca nadie ha estado en el siglo III para escuchar el euskera de entonces, solo había teorías de cómo podía ser.

2.- Ahora sí hay pruebas: los hallazgos arqueológicos de Iruña-Veleia, que se pueden leer y que provienen del siglo III,... si no se demuestra lo contrario.

CONTRA LOS HECHOS
NO SIRVEN ARGUMENTOS